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Todos sabemos que la misión de la Iglesia incluye predicar a Cristo a los nocreyentes para que se salven los elegidos de Dios. Pero los seres humanos somos criaturas extrañas. Tenemos la capacidad de convencernos de que ‘hablar’ de algo es tener la realidad. Esto lo vemos todos los días en el mal-llamado ‘evangelio de la prosperidad’. Estos predicadores ‘hablan’ mucho de impartir bendición, prosperidad y victoria - y sus congregaciones creen que lo están recibiendo, aunque realmente todos viven igual que todos los demás alrededor. Como oyen hablar mucho del asunto, creen que tienen la realidad.

Pues, lo mismo sucede con el evangelismo en muchos casos. Si la iglesia habla mucho de evangelizar a los nocreyentes, creemos que el sólo hecho de estar hablando del tema implica que lo estamos haciendo. Y todos se conforman con que tienen una iglesia muy evangelística - ¡y realmente no hacen casi nada para difundir el Evangelio! Pablo contrasta fuertemente el obrero aprobado - que usa bien la Palabra de verdad - con “vanas palabrerías” que conducen a la impiedad (2 Timoteo 2:16).

Las semillas de la muerte espiritual están sembradas donde no se ajusta lo que se habla en la iglesia con lo que se hace especialmente con relación al evangelismo.

 

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