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LO PROHIBIDO Y LO INVITADO

 

Juan 7:32 al 39

 

En esta gran fiesta del templo, Jesús lloró dos veces. La primera fue el llanto de reprimenda (Juan 7:28), la segunda fue el llanto de compasión y piedad (Juan 7:37). Para ellos, al igual que para muchos ahora, Jesucristo era un gran misterio. Lo conocían, pero no lo conocían. No podían conciliar al "hijo del carpintero" con el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús declara valientemente su relación única con el Padre, y el propósito de su venida al mundo (Juan 7:29). Fue a esos "oficiales" enviados por los fariseos y los principales sacerdotes para llevarlo, a quienes se les hizo esta declaración dura y penetrante, que podríamos llamar:

 

1. LA PROHIBICIÓN

 

"Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir" (Juan 7:34). No dijo aquí, "A donde yo vaya, vosotros no podréis venir", sino "A donde yo estaré, vosotros no podréis venir". Esto no podía referirse a su presencia física, ya que estaban ahora juntos dentro de los límites del templo, sino a su actitud moral y espiritual hacia el Padre. Aquí surgen dos preguntas: (1) ¿Dónde estaba Jesús que no podían ir; y (2) ¿Cómo no podían ir a donde estaba él?

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