Es tiempo de ponerse de pie, iglesia, Maranatha está a la vuelta de la esquina

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

 

Gracia y paz sean con ustedes de parte de Dios nuestro Señor Jesucristo. Al escribir hoy, siento un movimiento en mi espíritu, un sentido de urgencia que me obliga a compartir con ustedes un mensaje de gran importancia. El momento es ahora, querida iglesia. Es tiempo de ponerse de pie, porque Maranatha está a la vuelta de la esquina.

 

El apóstol Pablo, en su carta a los romanos, nos recuerda que “ahora nuestra salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos” (Romanos 13:11). Estas palabras suenan hoy más ciertas que nunca. Nos encontramos viviendo en un mundo cada vez más caótico e incierto, donde la oscuridad parece extenderse como un reguero de pólvora. Pero en medio de esta oscuridad, una luz brilla intensamente: la luz de Cristo.

 

Maranatha, una palabra que significa “¡Señor nuestro, ven!”. En arameo, resume la gran expectativa que se tiene del regreso de Cristo. Sirve como recordatorio para nosotros, la Iglesia, de que no somos de este mundo, sino ciudadanos del Reino de los Cielos. Y como ciudadanos de este Reino celestial, estamos llamados a vivir de una manera digna del Evangelio de Cristo, manteniéndonos firmes en la fe, unidos en el amor y firmes en la esperanza.

 

Los signos de los tiempos están por todas partes. Guerras y rumores de guerras, desastres naturales, decadencia moral y el surgimiento de falsos profetas: todo esto no es más que un preludio del acto final del plan redentor de Dios. Las palabras del mismo Jesús en Mateo 24:42-44 resuenan con claridad: “Por tanto, estad alerta, porque no sabéis a qué hora va a venir vuestro Señor. Pero sabed esto: si el padre de familia supiese a qué hora de la noche el ladrón habría de venir, velaría y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis, el Hijo del Hombre vendrá”.

 

Amados, no nos dejemos sorprender. No seamos como las cinco vírgenes insensatas de la parábola de Jesús, que no estaban preparadas para la llegada del novio (Mateo 25:1-13). Seamos, en cambio, como las cinco vírgenes prudentes, que mantuvieron sus lámparas encendidas y estaban listas para recibir al novio cuando llegara. Seamos vigilantes, sobrios y llenos del Espíritu Santo, porque los días son malos (Efesios 5:15-18).

 

La urgencia de la hora exige una respuesta de nosotros, la Iglesia. Es tiempo de levantarnos y ser contados entre el remanente fiel, aquellos que no han doblado la rodilla ante Baal sino que han permanecido fieles a la Palabra de Dios. Es tiempo de sacudirnos la complacencia, la apatía y la tibieza, y levantarnos como un ejército poderoso revestido de la armadura de Dios, listo para dar batalla contra las fuerzas de la oscuridad que buscan extinguir la luz de Cristo.

 

En su carta a los Efesios, Pablo nos exhorta a “vestirnos de toda la armadura de Dios, para que podamos estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11). Esta armadura – el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, el calzado del Evangelio de la paz, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios – es nuestra protección y nuestra fuerza en la guerra espiritual en la que estamos llamados a participar.

 

Pero ponerse de pie por Cristo no es sólo ponerse la armadura; También se trata de caminar en amor. Jesús mismo dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). En un mundo marcado por la división, el odio y la discordia, el amor de Cristo que brilla a través de nosotros es un poderoso testimonio del poder transformador del Evangelio.

 

Como escribe el apóstol Pedro: “Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). Por tanto, seamos conocidos por nuestro amor, nuestra unidad y nuestra compasión los unos hacia los otros y hacia los que están perdidos y necesitan la gracia salvadora de Jesucristo.

 

Querida iglesia, el momento es ahora. Maranatha está a la vuelta de la esquina. No seamos como la gente de los días de Noé, que no estaban preparados para el diluvio que les sobrevino de repente (Mateo 24:37-39). No seamos como los habitantes de Nínive, quienes recibieron una advertencia por medio del profeta Jonás y se arrepintieron de sus pecados, salvándose así de la destrucción (Jonás 3:5-10).

 

Seamos, en cambio, como los siervos fieles de la parábola de los talentos, quienes usaron sus talentos sabiamente y escucharon al Maestro decirles: “Bien hecho, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21).

 

Que este sea nuestro deseo y nuestra oración: escuchar esas palabras de nuestro Señor y Salvador cuando regrese: “Bien hecho, buen siervo y fiel”. Seamos, por tanto, diligentes, firmes e inquebrantables en nuestra fe, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15:58).

 

Para concluir, los exhorto, queridos hermanos y hermanas, a que escuchen el llamado del Espíritu y se levanten como un faro de luz en un mundo envuelto en oscuridad. Defendamos a Cristo, a Su Reino y a Su gloria. Seamos valientes, audaces y no nos avergoncemos del Evangelio de Jesucristo, porque en él está el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16).

 

¡Maranatha, Señor nuestro, ven! Que este clamor resuene en nuestros corazones y en nuestros labios mientras esperamos ansiosamente la bendita esperanza de la aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:13). Y que seamos hallados fieles y preparados cuando Él venga.

 

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.

 

Amén y amén.

 

En el amor de Cristo,

 

Cesar Una Voz en el Desierto

Ministro del Evangelio

 

wwww.unavozeneldesierto.net

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