**Un Mensaje sobre Mateo 8:20: El Costo de Seguir a Cristo**

 

Queridos amados en Cristo:

 

Hoy quiero reflexionar sobre una profunda declaración hecha por nuestro Señor Jesucristo en Mateo 8:20, donde dice: “Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.” Este versículo encapsula la esencia del discipulado y el llamado radical que Jesús hizo a aquellos que buscaban seguirlo.

 

En este breve encuentro, vemos a Jesús confrontado por un escriba—un miembro educado de la comunidad judía que estaba ansioso por seguirlo. Sin embargo, la respuesta de Jesús no fue una de consuelo, sino de dura realidad. No estaba hablando meramente de la falta de un hogar físico; más bien, estaba resaltando el viaje espiritual del discipulado que a menudo requiere sacrificio y entrega.

 

### El Llamado al Discipulado

 

Seguir a Cristo es abrazar un viaje que puede llevarnos a territorios inciertos. Nuestro Señor no prometió una vida de comodidad o facilidad; más bien, nos invitó a una relación que exige todo de nosotros. El discipulado no es una mera adición a nuestras vidas; es una transformación completa de nuestras prioridades, deseos y compromisos.

 

En un mundo que a menudo valora la seguridad, el estatus y la estabilidad, las palabras de Jesús nos desafían a reconsiderar lo que realmente buscamos. ¿Lo seguimos por los beneficios que puede ofrecer, o estamos dispuestos a abrazar el camino que Él recorrió—uno marcado por la humildad, el sacrificio y, a veces, el sufrimiento? La falta de un hogar permanente de Jesús sirve como un poderoso recordatorio de que nuestra verdadera ciudadanía no está en este mundo, sino en el Reino de los Cielos.

 

### Entendiendo el Costo

 

Cuando escuchamos a Jesús hablar de su falta de un lugar para descansar, debemos preguntarnos: ¿qué estamos dispuestos a renunciar para seguirlo? El costo del discipulado puede manifestarse de muchas maneras. Puede significar alejarse de un trabajo que ya no se alinea con nuestros valores de fe. Podría implicar dejar atrás relaciones que nos alejan de Cristo. Incluso podría requerir que soportemos críticas o rechazos de aquellos que no comprenden nuestro compromiso con Él.

 

En Lucas 14:27, Jesús enfatiza aún más este punto: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.” Nuestro viaje con Cristo no se trata solo de seguirlo cuando es conveniente o cómodo. Exige que tomemos nuestra cruz diariamente, abrazando los desafíos y sacrificios que conlleva.

 

### La Esperanza de Su Presencia

 

Sin embargo, en medio de estos desafíos, no estamos solos. La belleza de seguir a Cristo es que, aunque Él puede no tener un lugar físico donde reclinar la cabeza, nos ofrece algo mucho mayor: Su presencia. Cuando elegimos caminar con Él, obtenemos acceso a la paz, la alegría y la fortaleza que provienen de estar en una relación con el Creador del universo.

 

Jesús nos asegura en Mateo 11:28–30, invitándonos a venir a Él cuando estamos cansados y agobiados. Promete descanso para nuestras almas en medio de las tempestades de la vida. Su llamado al discipulado no se trata simplemente de lo que renunciamos; también se trata de lo que ganamos: una comprensión más profunda de Su amor, gracia y propósito para nuestras vidas.

 

### Una Comunidad de Creyentes

 

Además, mientras navegamos por este camino del discipulado, somos bendecidos por ser parte de una comunidad—la Iglesia. Juntos, podemos apoyarnos mutuamente, compartir las cargas de cada uno y animarnos a permanecer firmes en nuestra fe. La iglesia primitiva ejemplificó esto de manera hermosa, reuniéndose para adorar, orar y servir mutuamente.

 

Al reflexionar sobre Mateo 8:20, recordemos que el viaje de seguir a Cristo es uno que emprendemos juntos. No estamos solos en nuestras luchas; tenemos unos a otros en quienes apoyarnos, para compartir nuestros testimonios y celebrar las victorias que vienen cuando seguimos fielmente a nuestro Señor.

 

### Conclusión

 

En conclusión, las palabras de Jesús en Mateo 8:20 nos invitan a un discipulado radical que desafía nuestra comprensión de la comodidad y la seguridad. Estemos dispuestos a dejar atrás lo familiar y cómodo, abrazando la incertidumbre que conlleva seguirlo. Al hacerlo, mantengamos firme la promesa de Su presencia y la esperanza que Él trae.

 

Que seamos una iglesia que encarne el espíritu del amor sacrificial y la fe inquebrantable, animándonos unos a otros a tomar nuestras cruces y seguirlo de todo corazón. Porque al perder nuestras vidas por Su causa, verdaderamente las encontraremos—una promesa eterna que supera cualquier comodidad terrenal.

 

Amén

Mi nombre es César y soy una Voz en el Desierto  

www.avoiceinthedesert.net

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