Confía en el Dios que Se Preocupa por Ti
by Cesar CastroConfía en el Dios que Se Preocupa por Ti
Sufrir de ansiedad y ataques de pánico puede hacernos sentir incapacitados. Los sentimientos de temor y pánico son sumamente reales y fuertes, y parecen imposibles de resolver. La ansiedad y el pánico parecen surgir de la nada. Ni siquiera sabes qué estás pensando, y de repente, entras en pánico.
El problema empieza poco a poco, pero si no se trata, la ansiedad y el pánico pueden afectar toda tu vida. Quizá incluso sientas que tienes miedo de tener miedo. Tal vez empieces a preocuparte que puedas tener algún problema médico extraño que provoca tantos síntomas físicos raros.
Antes de abordar el problema de tu ansiedad, es importante entender qué son los ataques de pánico y cómo afectan al cuerpo humano promedio. La ansiedad se define como “un estado de intensa agitación, incertidumbre y temor que resultan de la expectativa de un evento o situación amenazadores, a menudo al punto de desestabilizar el funcionamiento físico y psicológico”.
Parece un trabalenguas, pero en esencia, significa que tienes tanto temor o aprensión de que algo malo suceda que te afecta físicamente. A veces, la ansiedad puede estar ligada a un pensamiento o situación en particular; otras, quizá no haya una conexión evidente con nada de lo que ocurre en tu vida.
A medida que se acumulan los pensamientos ansiosos y se apilan los malos resultados que anticipas en tu mente, puedes sentirte paralizado al no saber qué hacer ni cómo manejar la situación en la que estás o los sentimientos y pensamientos horribles que te llenan la mente. A medida que los pensamientos ansiosos se van agrandando, los posibles resultados negativos se vuelven cada vez más peligrosos.
Cuando menos te das cuenta, te encuentras aterrorizado porque no hay ninguna solución para todos los peligros posibles que tu mente creó. ¿Te suena familiar?
Cuando empezamos a entrar en pánico, las hormonas del estrés —que se producen de manera natural— disparan procesos físicos normales que pueden hacer que nuestro cuerpo también se sienta paralizado.
Dios ha preparado nuestros cuerpos humanos de una manera maravillosa para que puedan manejar la vida. En el caso de que una situación peligrosa se cruce en nuestro camino, nuestros cuerpos están diseñados para evaluar la situación y prepararse casi de inmediato para pelear o para huir del peligro.
El cuerpo humano promedio, en su funcionamiento normal, puede recibir el estímulo del sistema nervioso para prepararse en apenas segundos para manejar una emergencia.
Cuando estás ansioso y experimentas aprensión, tu cuerpo puede empezar a responder físicamente a sentimientos cada vez mayores de peligro. Tu mente llega a la conclusión de que hay una amenaza real que debe evitarse, pero tu cuerpo no entiende cuál es, porque no hay nada físicamente en frente de tus ojos que exija tu atención.
Tu mente cree que hay algún peligro inminente y tu cuerpo no puede resolver cómo abordarlo, así que se bloquea y experimenta la reacción física del funcionamiento normal del sistema nervioso cuando ha sido preparado para escapar de una amenaza peligrosa. En esos casos, la respuesta corporal plena se llama “ataque de pánico”.
Un ataque de pánico se define como: “un período de tiempo singular de temor o incomodidad intensos, en el cual cuatro (o más) de los siguientes síntomas aparecen de manera abrupta y alcanzan un pico dentro de los diez minutos:
- palpitaciones, latidos fuertes o ritmo cardíaco acelerado
- sudor
- temblores o estremecimientos
- sensación de falta de aire o ahogo
- sensación de asfixia
- dolores o incomodidad en el pecho
- náuseas o dolor abdominal
- sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo
- desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar ajeno a uno mismo)
- miedo a perder el control o volverse loco
- miedo a la muerte
- parestesia (entumecimiento o sensación de hormigueo)
- escalofríos o sofocos”.
La Cura de Dios para la Ansiedad
Cuando lees en la Biblia que la ansiedad abate el corazón (Proverbios 12:25), se hace evidente que Dios entiende la ansiedad. Cuando experimentas ansiedad, sientes un peso que te agobia.
Todo te parece pesado, opresivo, incomprensible e inmanejable. Esta es una descripción acertada de cómo se siente vivir sin una relación con Dios. No somos todopoderosos.
No somos omniscientes. Sin Dios, nuestra vida es intimidante y descontrolada, porque vivimos en un mundo donde las cosas malas pueden suceder y suceden. Felizmente, Dios ha diseñado una cura perfecta para la ansiedad.
En Cristo, hay un lugar seguro donde llevar tus preocupaciones y temores. Cristo ha pagado por los pecados que te separan de Dios, e hizo posible que te acercaras “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
Cuando confías en Cristo para hallar perdón, te transformas en un hijo amado de Dios (Efesios 5:1). Ahora, todas las promesas de la Biblia sobre cómo Dios cuida a sus hijos son tus promesas. El mundo puede igualmente parecer un lugar aterrador, pero cuando sabes que Dios es tu Padre celestial y que Jesús es tu Salvador, puedes estar seguro de que, sin importar qué suceda, podrás acudir a Dios para encontrar consuelo, ayuda y protección, y de que nunca te abandonará.
Muchas veces, cuando el temor se transforma en ansiedad, llegamos a la conclusión de que Dios no es lo suficientemente bueno o poderoso como para detener algo que terminará dañándonos. En muchos casos, nuestra ansiedad se debe a que hemos decidido que somos la única persona a la que podemos confiarle nuestra seguridad.
En última instancia, estos pensamientos consideran a Dios como alguien que está desconectado de nosotros y que no obra para nuestro beneficio. Sin embargo, conocer a Jesús como tu Salvador evita que estés desconectado de Dios en medio de tus temores.
La cruz de Cristo prueba que Dios es todo amor. Entregó su vida por ti. La resurrección muestra que Dios es todopoderoso… venció la muerte. Así que, cuando te sientas ansioso y con miedo, en vez de intentar luchar por tu cuenta contra tus pensamientos aterradores, acude a Jesús. Descubrirás que el Señor es completamente digno de confianza.
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